Ecos de nuestros antepasados

 

Antes de la conquista, en la península de Yucatán podemos imaginar los ecos de nuestros antepasados, espíritus de habitantes mayas, apicultores adentrados en el monte, que podían comunicarse a distancias lejanas a través de sonidos de caracoles, aerófonos o percusiones. Quizás esto lo hacían desde diferentes puntos cardinales previniendo a otros de algún problema, accidente o manifestando algún tipo de peligro. Mientras esto pasaba, seguramente se podía escuchar los lamentos de alguien herido, el sonido del viento, de las hojas, y quizás los pájaros volaban en parvada haciendo figuras en el cielo, al igual que las abejas y otros polinizadores, para ahuyentar a los depredadores con formas que intimidarían a cualquiera.

 

Así sería hasta que un arma letal hecha por el hombre, que se manifiesta envenenando los aires, el agua y el suelo, compuesta de una tecnología que únicamente pretende riquezas sin importar las consecuencias. Llega una tormenta que derriba un árbol a causa de un rayo que predice un futuro muy difícil para el cual debemos estar preparados.

 

Las abejas han comenzado a extinguirse, sin ellas no hay esperanza ni vida, pero algunos de los descendientes, alentados por estos espíritus, serán quienes defiendan nuestro patrimonio biocultural, desde el camino hacia el apiario hasta cruzar continentes en la búsqueda de ser escuchados.

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Alberto Palomo Torres, Mayo 2021

 

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